Cuando no tienes un destino definido el viaje se convierte en un descubrimiento, en este caso fue una exploración de la Costa Abajo de Colón.
Después de cruzar las aguas del Canal del Panamá por medio del transbordador desde la ciudad de Colón ya estamos en la costa abajo de la provincia.
El viaje te permite bordear parte de una de las esclusas, aunque ahora se encuentra en obras, llegará el momento que será una ruta de lo más atractiva para cualquier aventurero.
Antes de llegar a cualquier poblado tendrás que bordear el bosque protector de San Lorenzo.
Bosque Protector de San Lorenzo
La ruta en esta exploración de la Costa Abajo de Colón incluye un contacto directo con una densa vegetación que por momentos te hace olvidar que estamos en la temporada seca en Panamá.
Este bosque protector también funciona como barrera natural para algunas áreas del canal y el Castillo de San Lorenzo, fortaleza colonial edificada para proteger la desembocadura del río Chagres.
El Castillo está del otro lado de la barrera. De este lado pareciera que la vegetación se desbordara por la carretera. Después de bordear parte del canal comienza el camino hacia la costa.
La costa
Después de una hora de camino ya podrás divisar la majestuosidad del Mar Caribe. Con la belleza natural que nos regala un sector poco desarrollado.
No quería imaginarme que iba a encontrar, quería que la naturaleza me sorprendiera, y lo hizo.
La primera parada fue en un lugar que puede que sea desapercibido desde la carretera, pero la ventaja de no ir conduciendo te hace prestar más atención al paisaje. Tuve que dar el aviso de alto a la expedición y sin pensarlo mucho caminé al primer encuentro con el mar en la Costa Abajo de Colón.
El lugar es como una pequeña piscina natural. Como para sentarse y disfrutar del vaivén del agua.
La forma de las palmas te indican la lucha constante que tienen con el fuerte viento. Solo aquellas fortalecidas en su cimiento sobreviven.
La brisa, el sonido del mar y la vegetación es la escena que te hace pensar inmediatamente en lo valioso de la experiencia. Un momento para contemplar, uno nunca sabe que pasará en el futuro, el progreso no perdona nada.
Este pequeño paraíso está a unos minutos antes del poblado de Palmas Bellas.
Un viaje costero para disfrutar
Este viaje fue para disfrutar el camino, ayuda el no tener un destino, la única restricción eran las horas.
Desde el edificio donde crecí veía el Mar del Sur. Me gustaba contemplar a la distancia los barcos en espera por su paso por el Canal. Como dice Rubén en Maestra Vida, la vida te da y te quita. La vida me quitó ese paisaje en la bahía, como te comenté, el progreso no perdona nada.
Así que cuando vi aquel paisaje abierto, poco intervenido por el hombre, solo imaginé poder compartirlo por medio de fotos. En este caso la vida me dio la oportunidad de contemplar este paisaje.
Este paraíso visual está después de Palmas Bellas.
Una de las playas
Antes del poblado de Río Indio hay un sendero que te permite el acceso a una de las playas. El ruido de las olas se mezclaban con los gritos divertidos de personas que a lo lejos vi como disfrutaban de los regalos de la naturaleza.
Antes, en el camino, ya había divisado otro grupo de personas disfrutando de la playa, pero en un sitio más reducido.
Este sector es más amplio, aunque había personas bañándose el espacio era suficiente como para sentirte solo en compañía del mar.
Como has podido notar, este escrito está dedicado al camino, a la ruta costera, no a los poblados.
Una ruta que te regala un paisaje para disfrutar, no es para andar desesperado por llegar a un destino, es para disfrutar el viaje.