El 10 de noviembre de 1821, en la Villa de Los Santos, se dan los primeros intentos de los istmeños por independizarse de España. Ese sentir se hizo realidad el 28 de noviembre de 1821, liderado por el Coronel José de Fábrega.
Luego de una reunión con los líderes de la sociedad panameña el 20 de noviembre, se organizan y consuman la anhelada independencia el 28 de noviembre en un cabildo abierto en la ciudad de Panamá (Casco Antiguo).
El edificio del Cabildo se encontraba en donde hoy está ubicado el Palacio Municipal, frente a la Plaza de la Independencia (Plaza de la Catedral), lugar donde se proclama oficialmente la independencia de España.
Armados con algunos fusiles, palos y piedras, los istmeños esperaron cualquier reacción del ejército español. Felizmente, terminó en la firma de un tratado de paz entre españoles e istmeños el 4 de enero de 1822. Todo esto se produjo sin llegar a un conflicto armado.
Inspirados por la gesta independentista de Simón Bolivar en el sur del continente, los panameños deciden independizarse y unirse voluntariamente a la Gran Colombia.
El río Chagres es una de las fuentes hidrográficas más importantes del Canal de Panamá. Sus aguas sirvieron de vía de comunicación en la época colonial (siglo XVIII) en el Camino de Cruces y luego, por medio de la represa de Gatún, formó el lago artificial del mismo nombre que es parte de la vía interoceánica.
Cristóbal Colón se encontró con el río en el año 1502 y lo nombró río de Los Lagartos por el número considerable de estos reptiles que habitaban en estas aguas. Para el siglo XVIII ya era parte de la ruta Atlántico-Pacífico.
La ruta por el río Chagres
La ruta iniciaba en el asentamiento de Chagres ubicado en la costa del Caribe de Panamá. Luego seguía el tránsito por el río hasta el pueblo de Venta de Cruces y, por último, el Camino de Cruces hasta la ciudad de Panamá.
El nacimiento del río es en la cordillera de San Blas. Hoy puedes navegar en sus aguas en el Parque Nacional Chagres, un espacio natural de 129,000 hectáreas. Aunque algunas áreas fueron inundadas con la construcción del canal, el paisaje mantiene su aspecto natural, cargado de vida silvestre que invita a transitar y estar cerca de la naturaleza.
El lago Gatún proporciona agua para las esclusas del canal, un paraíso para los pescadores y también agua potable para la ciudad de Panamá y Colón. Puedes apreciar parte de la magnitud del lago Gatún desde el Centro de Visitantes de Agua Clara.
El río Chagres ofrece un paquete completo, hábitat para la vida silvestre, agua potable, agua para el transporte por el canal y generación de energía eléctrica.
Mi contacto con el río Chagres
Mi contacto con el río se ha dado por diferentes razones, una de ellas fue una visita que hice a la comunidad Pura Emberá – visita altamente recomendada si quieres tener una experiencia cercana con grupos originarios – y la expedición al Castillo San Lorenzo Real de Chagres.
El castillo fue construido para impedir el acceso de piratas al río Chagres, una de las rutas hacia la Ciudad de Panamá en la época colonial. Desde el Castillo San Lorenzo o Fuerte San Lorenzo, como también se le conoce, podrás observar la desembocadura del río al Mar Caribe. Desde este punto se puede observar lo imponente que es el río Chagres – Foto de portada -.
Para estas aventuras te recomiendo ir preparado para el inclemente sol y para la lluvia. El estado del tiempo panameño es cambiante.
Otro contacto que tuve con el río Chagres fue la visita que hice al Parque Nacional Chagres para buscar los restos del Camino Real. En esa aventura navegamos por el Lago Alajuela, lago creado con las aguas del río y que funciona como almacenamiento de agua para el Canal de Panamá.
En nuestra visita a la comunidad emberá Biazesiakatumá, a orillas del río Chagres en Gamboa; Carolina, una de nuestras compañeras de excursión, tuvo la oportunidad de estrenar moda emberá.
Carolina tomó unos minutos para despojarse de la moda occidental y acercarse un poco más a lo nativo, a lo puramente amerindio, pero con toques de materiales modernos.
Un tocado de cuentas de colores y flores naturales adornaban su cabeza como complemento.
Las mujeres emberá utilizan unas telas que llaman Paruma con la que envuelven el cuerpo de la cintura hasta las rodillas. En la parte superior del cuerpo colocan chaquiras fabricadas con cuentas plásticas.
Carolina andaba descalza, de esta manera practicó con otros compañeros danzas indígenas. Una forma viva de sentir más de cerca el estilo de vida de este grupo indígena que habitan en Panamá y Colombia.
Después de terminado el baile, le pedí a Carolina que posara ante el lente para guardar un recuerdo de tan bonita experiencia vistiendo la moda emberá.
Gracias a Carolina, nuestra modelo de moda Emberá.
Un poco antes del medio día del 25 de septiembre de 1513, se produjo un evento que cambió el destino del istmo de Panamá, desde la cordillera del río Chucunaque Vasco Nuñez de Balboa divisó las aguas del Mar del Sur (Océano Pacífico).
Desde ese momento, Panamá se convirtió en paso obligado para el comercio. Una ruta que por varios años se hizo por tierra en el Camino Real, luego por agua y tierra en el Camino de Cruces, luego por ferrocarril y, por último, por agua en el majestuoso Canal de Panamá.
Una nueva definición geográfica
Luego del conocimiento de la existencia de Océano Pacífico, se crea la primera ciudad en este litoral. Con el pasar de los años, nuestros antepasados decidieron poblar diferentes sectores del lado del Pacífico, siendo sus aguas una vía de transporte para el desarrollo de la república.
Para el mundo, el conocimiento de la existencia del océano Pacífico, permitió definir cómo es geográficamente nuestro planeta. Al mismo tiempo inicia el desarrollo por parte de los pobladores del continente recién definido que termina con su independencia y creación de los países de América.
Somos de la tierra de los dos mares, como dicen los autores Luis Franco y Manuel Nieto en la canción Nacer de Tí que interpretó Rubén Blabes: “Vengo del mar y la angostura, del cruce del camino y la tarde”.
Hace 500 años se conoció el camino que unió el Atlántico con el Pacífico, un camino que sigue vigente.
Haciendo un trabajo fotográfico, tuve la oportunidad de hacer una visita rápida a Biazesiakatumá – Puru Emberá, una comunidad Emberá ubicada a orillas del río Chagres.
Los emberá son indígenas —pueblo originario— que habitan en Panamá y Colombia. En nuestro país los encuentras en la provincia de Panamá en sectores de Chagres, Gatún, Mocambo Abajo, San Antonio y Gamboa. También habitan en sectores de la provincia del Darién.
Características
Sus viviendas las construyen de madera, elevadas sobre pilares para protegerse de inundaciones. El techo es de pencas y la parte frontal está descubierta.
Los hombres visten con una tela que llaman cayuco que cubre sus partes íntimas y en ocasiones especiales utilizan chaquiras – llamada amburä – que colocan en la parte superior del cuerpo.
Las mujeres utilizan telas con llamativos colores que colocan desde la cintura y cubren hasta las rodillas.
En el rancho principal, donde reciben a los visitantes, encontré un puesto de venta de artesanías. En una mesa al borde del rancho estaban todos los artículos a la venta.
Eran artículos de llamativos colores que obligaban a detenerse y admirar el trabajo de estos panameños indígenas.
Las figuras de animales fabricadas con tagua — semilla de palma— resaltaban a la vista. Estas preciosas figuras hechas a mano siempre me han gustado, así que no dudé en tomar algunas fotos.
Al retirarme encontré a algunos niños jugando entre las viviendas. Un juego donde el principal protagonista era la naturaleza. La risa de los niños daban testimonio de lo divertido del juego. Diversión sin la necesidad de los artículos portátiles electrónicos tan populares hoy en día.
Gamboa se encuentra en las riberas del Río Chagres, en el lugar donde el río alimenta al lago Gatún. La carretera de acceso bordea el Corte Culebra, en el territorio del Canal de Panamá.
El poblado fue construido en el año 1911 y sus primeros pobladores fueron trabajadores del canal de la categoría denominada “Silver Roll”.
Los trabajadores de “Silver Roll” eran en su mayoría panameños y extranjeros, principalmente afroantillanos, y no ocupaban puestos claves dentro de la compañía del canal. Segregación que se mantuvo hasta la Segunda Guerra Mundial.
Características
Como la comunidad se encontraba distante de la ciudad, eran territorios no asignados a trabajadores claves y de nacionalidad estadounidense, los denominados “Gold Roll”.
Como muchas de las viviendas, a principios de la operación del Canal, fueron construidas de madera y con amplios ventanales, tomando en cuenta lo caluroso del clima panameño.
Actualmente, las casas de Gamboa siguen siendo de madera y varias de ellas no están habitadas. Caminar por sus calles es como entrar a la máquina del tiempo y retroceder 100 años atrás.
Un lugar donde en un principio regresaban los trabajadores a recuperar fuerzas después del esfuerzo diario para doblegar el Corte Culebra y lograr unir los océanos Atlántico y Pacífico.
Posteriormente, en el año 1936, recibió a los trabajadores de la división de dragado y a sus familias. En el momento más próspero de Gamboa, su población llegó a un poco más de 3,500 habitantes. Para ese entonces ya contaba con una escuela y hasta con un campo de golf.
La carretera de acceso a Gamboa es la Avenida Omar Torrijos Herrera. En el recorrido pasarás por la Ciudad del Saber, Miraflores y el parque municipal Soberanía (Summit). Una de las entradas está justo después del puente, sobre el encuentro del río Chagres y el lago Gatún.
Un cayuco fabricado al mejor estilo de antaño se encontraba a orillas del puerto en Guna Yala. Un indígena pacientemente esperaba por algún cliente que se interesara por su mercancía. Cada cierto tiempo gritaba “centollos” para referirse a los enormes cangrejos que tenían a la venta.
Varios de estos cangrejos estaban dentro del cayuco. Algunos se revolcaban buscando alguna forma de escape, mientras los turistas no dudaban en sacar sus cámaras para capturar una imagen de esta escena típica del pueblo de Guna Yala.
Un poco antes había visto a otro grupo de jóvenes cerca de una de las islas promocionando sus productos. Este grupo, apoyado por un remo, se desplazaba como pez en el agua.
Un transporte totalmente ecológico, sin motor fuera de borda, pero realizando la misma función.
Para que pudieras apreciar los cangrejos, uno de los muchachos levantó a dos de ellos mientras navegaban cerca de la orilla.
Según Wikipedia este tipo de crustáceo puede llegar a medir hasta 20 cm de diámetro. La sopa de cangrejo es otra delicia del menú costeño en Panamá.
Eran las 6 de la mañana cuando partimos rumbo a Guna Yala en una aventura donde ninguno de los aventureros conocía por completo la ruta.
Luego de pasar algunos tranques vehiculares en la carretera hacia la provincia del Darién, encontramos el desvío que nos anunciaba nuestro destino. Una calle empinada nos daba una idea de lo que encontraríamos en nuestro recorrido, subidas, bajadas y curvas.
Gran parte de la carretera está en buenas condiciones, aunque algunas quebraduras de la capa de asfalto en algunos sectores me hace recomendarles que hagan este recorrido en camioneta, las que conocemos en Panamá como 4×4.
Con tantas subidas y bajadas no te queda más remedio que estar muy pendiente de la carretera. Al poco tiempo, una pequeña llovizna hizo su estreno, lo que me ponía a pensar si un temporal sería la bienvenida en nuestro destino.
Al llegar a los límites de la comarca, nos tuvimos que detener. Unos compatriotas de Guna Yala nos indicaron que debíamos efectuar un pago de dos dólares por persona y 5 por el auto para poder continuar y disfrutar de las bellezas de su región. Poco después nos encontramos con un retén policial en su labor de proteger y servir.
El resto del camino fue igual, subidas y bajadas; era de esperarse en un camino a través de la cordillera. A los lados solo se puede apreciar mucha vegetación. De repente nos encontramos con un aviso de disminuir la velocidad. Una escuela a lo alto de una montaña era la razón.
Un paraíso en el Caribe
Después de una hora de recorrido, desde el desvío, llegamos a la Terminal de Transporte Terrestre y Marítima Gardi Sugoup, sin lluvia y con los rayos del sol, comenzando a calentar. Amablemente, se nos acercó un lugareño y nos indicó que podíamos contratar un servicio de transporte en la oficina de la terminal.
Nos decidimos por visitar la Isla Aguja, la más cercana, a solo 10 minutos del puerto. El costo por ida y vuelta es de 20 dólares por persona. También ofrecen viajes a otras islas, así que tienes para escoger. El costo del transporte aumenta dependiendo de lo distancia de la isla.
Dos jóvenes se encargaron de trasladar el equipaje hasta el pequeño puerto y nos subimos a la lancha que nos llevaría a la diversión. A los 10 minutos ya estábamos caminando hacia la entrada de la isla sin necesidad de mojarnos los pies. Nuevamente, nos dieron la bienvenida y nos indicaron que teníamos que pagar 5 dólares para poder hacer uso de las facilidades de la isla, tales como playa, baños y paz.
La isla Aguja es pequeña, pero con una playa donde podrás disfrutar de las cristalinas aguas del Mar Caribe. El agua tenía una temperatura agradable, acompañada de olas tranquilas y seguras para que se puedan bañar los niños, eso sí, bajo supervisión.
Pequeñas cabañas están distribuidas por toda la isla, listas para habitar por 45 dólares al día por persona. Un restaurante es la estructura más grande del lugar, cuenta con un menú rico en mariscos que podrás acompañar con refrescos o cervezas. Si prefieres, puedes llevar a la isla lo que quieras consumir porque no solo de playa vive el hombre.
El paisaje es una delicia. Con cámara en mano hice mi recorrido para dejarte algunas imágenes de una de las islas de la comarca de Guna Yala, otro de los paraísos en el Atlántico panameño.
Mi hermana me propone que la acompañe a un cumpleaños en la comunidad de Miraflores, a unos 25 minutos de Penonomé. Una familia amiga la había invitado al cumpleaños número 75 de los abuelos de la casa.
Aunque no sabía exactamente el destino, me lancé a la aventura con la seguridad de que estaría rodeado de mucho calor humano, folclor coclesano y el sabor de lo nuestro.
Al llegar me di cuenta de que me faltaba un accesorio de vestir, prácticamente todos los hombres lucían un sombrero de pintas (sombrero pintao) muy bien cuidado, probablemente reservado para los días de fiesta. Sin duda tendrán otro para la faena diaria.
Sabor a lo nuestro
Después de la calurosa bienvenida, me brindaron una sopa de carne. Aunque no soy un amante de las sopas, descubrí que esta sopa sí está entre mis preferidas. Un rico sabor ahumado me hizo acabarla casi sin respiro.
Después de reposar unos minutos me invitaron a conocer la casa. Un rancho en la parte trasera de la casa protegía de las inclemencias del tiempo al asado. Una mesa de madera rústica cubierta por bloques de cemento y piedra servía de base para la leña.
En una parrilla la carne era asada, mientras que en un delgado tronco, en la parte superior de la mesa, eran colgadas tiras de carne para ser ahumadas.
La carne en la parrilla era cubierta por hojas para proporcionarle ese rico sabor ahumado que tanto me cautivó con la sopa.
Como en tiempos pasados, cuando la música grabada no era común en el campo, varios músicos se dieron cita para alegrar la fiesta y ponerle sabor a lo nuestro.
Con el sonido de la cumbia, al ritmo del tambor y el acordeón, los invitados no dudaron en salir a la pista de baile. Mientras los otros disfrutaban de una agradable charla en el rancho.
La atención fue de primera, siempre estaban pendientes de que me sintiera a gusto. Con su trato amable siempre me hicieron sentir como si estuviera en familia.
Fui testigo de una fiesta tradicional en el campo, donde el folclore se refleja en cada esquina, en cada momento, en el sentir de cada uno de los integrantes de una de las familias de la comunidad de Miraflores. Una amable familia que tuve la dicha de conocer.